martes, 24 de febrero de 2015

Día 20 de Febrero 2015. TUS COLORES DE VERDAD.




TUS COLORES DE VERDAD

Rosa lo escuchó por primera vez, cuando entró en el salón. Él la miraba con curiosidad, jamás había visto a una chica con un físico tan delicado, extrema delgadez, y el ser invidente la hacían aún más vulnerable. Por lo menos esa fue su impresión. Él esperaba a su mejor amigo, Eduardo. "¿Y te llamas?" le dijo la chica acercándose a él con gran sigilo, "Mi nombre, Javier"... Ella se había acercado demasiado y su corazón comenzó a latir de una forma que lo desconcertaba, lo tocó con gran delicadeza en el pecho "Te hicieron mucho daño Javier" su voz era un susurro, ese toque lo hizo estremecerse, ninguna chica le había provocado algo parecido. "Bueno ya estoy, ¿nos vamos?", la voz de Eduardo había roto el vínculo que se había creado entre ambos. Éste trataba a su hermana con sumo cariño, no le extrañaba, dios,  Rosa era pura dulzura. Y desde ese primer encuentro él ya no pudo dejar de pensar en ella. Ese toque y esas palabras, era como si ella tuviera la capacidad de mirar dentro de él. Nadie lo había logrado, él único que sabía todos sus problemas había sido Eduardo, que lo sacó de las malas compañías, si no hubiera sido por él, seguro que ahora sería un delincuente. Lo había conocido en el reformatorio, acababa de robar y se había metido en muchas peleas. Eduardo era monitor voluntario en el reformatorio, y desde que se conocieron él lo ayudó muchísimo para superar sus miedos, y la rabia que lo había llevado a esa situación.  
Rosa se había quedado muy pensativa, desde que vio a Javier, porque lo vio, no con los ojos físico sino con los del corazón. Era ciega de nacimiento, pero veía el mundo invisible, al tocarlo y sentir a Javier supo que estaba ante un alma afín a ella, y como imágenes en su mente observó todo su pasado, eso la preocupaba, esas heridas del alma lo atormentaban.
 Aquella tarde Rosa paseaba por el parque sola, le encantaba pasear los días soleados, y se sabía cada rincón del parque de memoria. A mitad de camino unos chicos que desprendían una energía muy negativa se acercaron, ella sabía sus intenciones, y se preparó para defenderse. Cuando llegaron a su altura uno de ellos  se acercó para robarle el bolso, la patada que recibió en la entrepierna no se lo esperaba. "Anda, ¡pero si sabe pelear la cieguecita!", dijo el otro al ver a su compinche revolcándose en el suelo. En ese instante, Eduardo y Javier aparecieron, estaban haciendo ejercicio físico y cada tres días salían a correr una hora al parque. Su hermano se lanzó a por el que la estaba amenazando, y Javier por el idiota que se estaba recuperándose y cuya intención era atacarla de nuevo, había cogido un pequeño tronco para agredirla. Javier conocía a esos dos tipos, habían sido amigos suyos y eran peligrosos. Rosa lo vio todo, podía ver con su tercer ojo, observaba sus energías en movimiento. La intervención de su hermano y de Javier fue rápida dejando fuera de combate a sus agresores. Una pareja de policías que paseaban por la zona terminaron de solucionar la situación. Eduardo le pidió a Javier que se quedara con Rosa, esos chicos habían estado en el reformatorio se habían escapado hacía dos días, y tendría que denunciarlo y declarar para su nueva reclusión. 
"¿Estás bien de verdad?" preguntó Javier, sabiendo que Eduardo hacía sólo un momento le había preguntado lo mismo, y ella había asentido y sonreído, dios que ganas de abrazarla tenía, al verla así, aún su furia le latía sobre su cabeza, sólo sintió esa misma sensación una vez, y ahora la volvía a revivir, su pecho le comenzó a doler de una forma horrible. "Yo sí, pero tu no estás bien" acercándose posó su mano sobre su torax, y con delicadeza lo abrazó. Madre mía, la sacudida de energía desde debajo de la columna hasta la coronilla lo dejó paralizado, y una sensación de paz y de bienestar lo fue envolviendo con suavidad, no pudo evitar rodearla con sus brazos de forma automática, y sus labios sin darse cuenta se posaron sobre su cabeza para besar su sedoso pelo que olía a vainilla. Permanecieron no se sabe cuanto tiempo así, sintiéndose, la sensación de conocerse desde siempre, el sentimiento de seguridad y de protección en ambos era brutal, lo más desconcertante era la plenitud que sentía Javier, nunca había sentido algo parecido, es más, desde siempre se había sentido perdido,  roto. "No te culpes Javier, no fue tu culpa" ella estaba leyendo dentro de él. Y eso lo asustó, la retiró de su lado de inmediato. Rosa sintió el rechazo como un latigazo. "Lo siento Rosa, no quiero hacerte daño, pero no quiero que veas más" ella con paciencia y amabilidad le contestó, "lo he visto todo Javier, ¿crees que me importa? no me importa nada, sólo que debes sanar esa herida" el la miró con rabia odiaba que los demás sintieran lástima por él, y no quería que ella lo compadeciera, no, no necesitaba eso, "No quiero sanarla, forma parte de mi, soy un despojo, y por eso jamás volveré a tocarte, y por favor no me vuelvas a tocar, nunca más"  Rosa veía la rabia, y el dolor que se apoderaban de él, y lo sintió como propio, su cara se transformó mostrando una tristeza descomunal. "¡¡ Mierda!!", pensó Javier al ver que la había herido, se sintió aún más vil. Ella lo captó todo y cambió de expresión, "De acuerdo, no te tocaré más, pero me gustaría pedirte un favor" se lo dijo con una espledorosa sonrisa, no se podría negar a eso, lo dejaba a su merced. Rosa le pidió que él la entrenara en defensa personal, mientras su hermano estaba en el reformatorio, así estaría más preparada para protegerse.  Cada tarde acudía al parque para practicar. Los nervios se fueron calmando a medida que pasaban las horas, ella era muy lista, le había prometido no tocarla pero el hecho de enseñarle las técnicas, lo obligaban a poner sus manos sobre ella, y cada vez que la tocaba era como una liberación para él. Ella lo notaba, y se hacía la torpe para que él pusiera sus manos encima de ella, sabía que lo estaba sanando sin que él se diera cuenta. Así pasaron dos semanas, se buscaban, se llamaban y las horas volaban cuando estaban juntos. Él sonreía más, y cuando ella aparecía era como respirar aire del mar, lo renovaba por dentro y por fuera. Bajo un sol que calentaba demasiado, Rosa se mareo, le había dado una bajada de tensión, había salido sin merendar todo por no llegar tarde a su cita con él. Javier la sujetó en el aire, "No he merendado, es la tensión" ella notó el cambió bioenergético de él sus colores empezaron a cambiar, hacia la preocupación y el enojo "No vuelvas a salir de casa sin comer" la reprendió llevándola hasta el banco más cercano. Él siempre llevaba algo de fruta o una chocolatina en su mochila. "Toma, pero te repito, no lo vuelvas hacer" su amenaza era auténtica, mezcla de protección y del amor que sentía por ella. Ella lo miraba con cara de sorpresa "¿ Qué ves dentro de mi?"" Javier, veo como eres realmente, veo todos los colores del arcoiris brillando en tu cuerpo. Y sabes lo mejor que veo que ya no tienes nada en el corazón, ese dolor se fue, ya nadie te hará más daño", estaba tan absorta mirándolo por dentro que le dio otro mareo, no había pegado ni un bocado a la manzana que él le había dado. "No me mires más, y come" le dijo abrazándola contra él, ella obedeció, y al momento le volvió el color de la cara. Seguía aferrado a él, "No te apartes por favor" notando el amago de separarse de ella, "Ya estás bien, ¿No?", ella puso cara de desánimo "Si, pero..." él se acercó más aún a su rostro y ella atrapó su boca entre la suya, sabía donde encontrar sus labios, Javier creyó que estaba bebiendo del manantial más dulce del planeta. Y ya no hubo más entrenamiento , sólo cientos de besos, suaves caricias, era el lenguaje de los seres afines. " Ahora, sí" ella paró de besarlo para mirar dentro "Ahora si, ¿qué?" le preguntó él "Ahora veo tus colores de verdad" y él la volvió a besar "¿Sabes por qué los ves ahora?" "¿No quieres olirlo?" ella lo acarició "Si, porque yo siento lo mismo" y entonces se lo dijo 
" Porque Te Amo con toda mi alma".





© LOLA SÁNCHEZ

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